Relato: Sofía Horonóz —Fundadora—
Mientras trabajaba en Caritas Parroquial de Rafael Calzada visitando los barrios carenciados y encontrándome frente a frente con la pobreza, la injusticia, el abandono, el precario estado de salud de las familias, la desnutrición y el niño a la intemperie, se gestaba en mí, la idea de contener y ayudar a esos niños brindándoles la igualdad de oportunidades, que aprendan a elegir. Le propuse a la Iglesia este desafío de poner un hogar de día para estos niños castigados, provenientes de familias disfuncionales. Sin encontrar apoyo, decidí empezar con este sueño de amor. Corría el año 2001, a fines del mes de diciembre, plena crisis socio-económica, desempleo y caos financiero en nuestro país. En el mes de enero de 2002 tuve mi primer encuentro con el objetivo. Salí a las calles al encuentro del indefenso niño. Me acerqué al que abría las puertas de los autos, al que golpeaba mi puerta pidiendo “algo para comer”, al que pedía monedas en la estación, al que deambulaba por las calles revolviendo basura. A todos los fui convocando a un encuentro en la plaza con un mantel en el pasto, galletitas, mate, sandwiches, caramelos y mucho amor. A esta iniciativa se fueron sumando amigos y familiares. Mi entusiasmo contagiaba a los grandes y el de los chicos, a sus pares. Fue así que empecé con “uno” y se fueron sumando domingo a domingo. Era un encuentro de amor sin medida. Nos trasladábamos de plaza en plaza y en los días de lluvia usábamos mi propia casa. El amor y la gran pasión eran mi fortaleza. Esto me permitió “ver” cómo impactaba en el íntimo entorno familiar.
Mi esposo, un apasionado por el fútbol, técnico de profesión, salía a dirigir partidos y esa era la hora señalada para hacer entrar a los chicos en mi casa. Para sorpresa nuestra, más de una vez el partido se suspendía y el técnico volvía a casa. Era difícil de explicar lo que él me pedía: “en casa no, por favor, Sofía”. En la mesa un bizcochuelo que lo había hecho yo: “para los chicos sí, para mí, no”, mi marido decía. Un negrito muy simpático el silencio rompió. “yo soy hincha de River, y vos?. Ese día todo comenzó. Era el cuadro de su amor. Ese negrito, lo conquistó. Luego los bizcochuelos fueron dos: “Uno para ellos, otro para vos”. Poco a poco a mi actividad se acercó y jugando al fútbol los encontró. Desde ese día con los chicos, un contrato firmó. Formaron el primer equipo y con orgullo en el Club se presentó. Resultaron ganadores y una gran copa los homenajeó. Él soñaba con tener su escuelita de fútbol y al Municipio recurrió. Le aprobaron el proyecto, pero cinco días antes de comenzar, la muerte lo sorprendió. La familia a veces no comprende tanto mi vocación, pero este sueño sigue intacto, porque es un “sueño de Amor”.
Cumplir con una función netamente social en la integración a la sociedad de los “chicos en la calle"
Dignificar a los niños y a sus familias.
Proteger a la niñez, atendiendo sus necesidades psicosociales, de alimentación, de educación, sanitarias y recreativas a través de equipos humanos capacitados en cada una de estas áreas, y a partir de la implementación de diferentes modalidades de trabajo, evaluación de resultados y permanente seguimiento individual y grupal.
Brindar atención alimentaria y sanitaria.
Contención de niños y adolescentes en situación de pobreza, vulnerabilidad y riesgo social.
Desarrollar espacios de contención familiar e individual.
Dar asistencia durante el día, fortaleciendo las relaciones con sus pares conjuntamente con la revalorización y fortalecimiento del grupo familiar.
Contribuir en la prevención de adicciones, violencia familiar, delincuencia a partir de un buen uso del tiempo libre.
Generar un ambiente físico propicio, adaptado específicamente a los requerimientos del proyecto